Sergio no contemplaba la posibilidad de que Lidia se hubiera largado sin más. Tenía que haberle ocurrido algo en Amalfi, quizás la compra le había llevado más tiempo de lo que pensaba y había perdido el último bus, o había tenido problemas enviando el maldito informe.
Se comportaba como un león enjaulado, dando vueltas por el apartamento alquilado, pasando por la terraza, la habitación y la cocina. Por mucho que se quedara mirando la nevera, ya sabía que había acabado con todas las bebidas que ésta contenía. Abrió el portátil y descargó las fotos de la cámara. Mirando las fotos de otra carpeta encontró una que no se correspondía con aquel viaje. Lidia llevaba en brazos a un crío, pero no podía ser Guille puesto que nunca habían ido a la playa los tres juntos.
Escuchó ruido en la terraza del apartamento contiguo y le gustó la idea de poder compartir sus inquietudes con alguien. Era un hombre español llamado Alejandro. Estuvieron hablando un rato y finalmente decidieron ir juntos andando a Amalfi. Sergio no sabía qué era, pero había algo en Alejandro que no terminaba de gustarle. Se sentía continuamente escrutado por éste, como si su nuevo acompañante tuviera el control de la situación...
Se comportaba como un león enjaulado, dando vueltas por el apartamento alquilado, pasando por la terraza, la habitación y la cocina. Por mucho que se quedara mirando la nevera, ya sabía que había acabado con todas las bebidas que ésta contenía. Abrió el portátil y descargó las fotos de la cámara. Mirando las fotos de otra carpeta encontró una que no se correspondía con aquel viaje. Lidia llevaba en brazos a un crío, pero no podía ser Guille puesto que nunca habían ido a la playa los tres juntos.
Escuchó ruido en la terraza del apartamento contiguo y le gustó la idea de poder compartir sus inquietudes con alguien. Era un hombre español llamado Alejandro. Estuvieron hablando un rato y finalmente decidieron ir juntos andando a Amalfi. Sergio no sabía qué era, pero había algo en Alejandro que no terminaba de gustarle. Se sentía continuamente escrutado por éste, como si su nuevo acompañante tuviera el control de la situación...
Una noche en Amalfi es una novela trepidante, la tensión va aumentando conforme vamos avanzando en la lectura. Ésta es la razón por la que resulta tan adictiva, además es tremendamente psicológica, ya que el libro nos permite introducirnos en la cabeza del protagonista dónde, debido a la confusión y al nerviosismo, los pensamientos revolotean y se asocian unos con otros a un ritmo vertiginoso.
Otro aspecto a destacar es la ambientación, resulta esencial y ayuda a crear el clima perfecto de incertidumbre y expectación, sin duda me refiero a los acantilados escarpados que resultan imponentes por la noche, una carretera apenas transitada con poca iluminación, un túnel completamente a oscuras, el calor, las picaduras de mosquito...Todo ello, en consonancia con el argumento, transmite una sensación de angustia al lector.
Pienso que es una buena novela negra, absorbente, de fácil lectura y con un final sorprendente. Estoy segura de que disfrutaréis de principio a fin leyéndola, de hecho me parece que es la compañía perfecta para una tarde-noche de vacaciones.
Begoña Huertas (Gijón, 1965) es filóloga y escritora. Ha tenido éxito tanto con el género del ensayo como con el de la novela. Entre sus obras más conocidas encontramos: Ensayo de un cambio: la narrativa cubana en la década de los 80 (1994) por la que obtuvo el Premio casa de las Américas, Por eso envejecemos tan deprisa (2001) y En el fondo. Pide una copa paga Proust (2009). Una noche en Amalfi es su última novela, además también ha publicado un libro de relatos: A tragos (1996). Actualmente reside en Madrid y forma parte del staff de Hotel Kafka.
Si os apetece podéis seguirla en twitter.
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